La ambivalencia de esta devoción funciona para quienes se quieren proteger de actuar fuera de la Ley. Narcotraficantes, contrabandistas, plagiarios, sicarios, y simples ladrones, buscan darse valor y sortear sus fechorías con acciones de alto riesgo personal y social. Pero dicho culto a la Santa Muerte se ha extendido también a los jóvenes y niños, comerciantes, madres solteras, y personas de la tercera edad, convirtiéndose en una devoción pública y familiar.
Identificar la Vida con una imagen de la Muerte, permite convocar a una fuerza sobrenatural, que está por encima del caos social y la crisis económica. Por ello, la Santa Muerte se ha convertido en una imagen de culto familiar, venerada en cuerpo, alma y espíritu por quienes están fuera del sistema oficial y en peligro constante por la pobreza e inseguridad galopantes.
En la acera de la Calle de Alfarería se encuentra instalado uno de los altares dedicados a la Santa Muerte, más conocidos de todo México. Allí, doña Enriqueta Romero es la guardiana del culto devocional a La Niña Blanca o La Flaca, que es como le suelen llamar los niños. Donde cada día primero de mes se congregan cientos de devotos para rezarle un Rosario comunitario, haciendo en cada Misterio las peticiones particulares por todos los presentes, sus familiares, sus enfermos, sus presos, sus amigos, por los moribundos, los desempleados, y entre otros muchos, por quienes no pudieron asistir esa tarde o algún otro día de la semana.
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